¡El cadalso de los mártires está siempre sediento de sangre!. ¡Romped, romped, Señor, esas espadas coléricas. Abreviad en obsequio de los justos de la tierra esos días de desesperación y de convulsiones, en que vuestro nombre se eclipsa a los ojos del pueblo! ¡Ojalá descienda a ellos en breve el ángel de paz! Alfonso de Lamartine
Víctor Hugo, creía, y probablemente tenía razón, haber llegado a la verdad de la vida y de la filosofía humana, y había concluido por mirar sólo el cielo, la única cosa que la verdad puede ver del fondo de su pozo. En medio de tales ensueños, cualquiera que mirara dentro de su alma, habría quedado deslumbrado de su belleza. Le parecía tener en el corazón el canto de todos los pájaros que escuchaba y todos los trozos de cielo azul que veía a través de las hojas de los árboles. Conoció la injusta vergüenza, el punzante pudor de la miseria. Prueba admirable y terrible, de la que los débiles salen infames, de la que los fuertes salen sublimes. La vida, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la pobreza, son los campos de batalla que tienen sus propios héroes; héroes oscuros, a veces más grandes que los héroes ilustres. Así se crean firmes y excepcionales naturalezas. La miseria, casi siempre madrastra, es a veces madre. La indigencia da a luz la fortaleza de alma; el desamparo alimenta la dignidad; la desgracia es la mejor leche para los generosos. Nacido durante la convulsa época del alzamiento napoleónico, Víctor Hugo se crío siguiendo los pasos de su padre, un oficial del ejército, cuyos destinos se dieron por toda Francia, Italia e incluso España durante la ocupación francesa de dichos territorios, y fue criado por su madre, católica y monárquica, a diferencia de su padre, republicano y ateo. Escribe su drama histórico Cromwell en donde plantea la liberación de las restricciones que imponía el clasicismo que se convertiría en el manifiesto del romanticismo francés. En 1827 proclamó el principio de la libertad en el arte, y definió su tiempo a partir del conflicto entre la tendencia espiritual y el apresamiento en lo carnal del hombre y traza el camino de la humanidad hacia la verdad y el bien. Pese a su educación, Víctor Hugo representó una voluntad reformista y abiertamente en contra del enriquecimiento burgués. Siempre en contra del poder, se mostró crítico tanto con el Imperio como con la República, tampoco comulgó con la Comuna de París pero su posición siempre se manifestó a favor de los más desfavorecidos, una de las claves que configuran su obra. Sus opiniones político-morales le convirtieron en un héroe para la Tercera República. Fue contrario a la pena de muerte; estuvo a favor de los derechos humanos, contra cualquier religión (creía en un Ser Supremo). Luchó por los derechos de los niños y de las mujeres, de la enseñanza pública, laica y gratuita para todos, de la libertad de expresión, de la democracia total y por los Estados unidos de Europa. En Los miserables Víctor Hugo describe la realidad desesperanzada de los sectores bajos del París de mediados de siglo XIX y retrata magistralmente una época plagada de revueltas y cambios que marcarán el principio de una sociedad más justa. Los miserables (1862) está considerada como una de las obras más conocidas del siglo XIX. La novela, de estilo romantico, plantea a traves de su argumento un razonamiento sobre el bien y el mal, sobre la ley, la politica, la etica, la justicia y la religión. Víctor Hugo confesó que se había inspirado en Vidocq, criminal frances que se redimio y acabó inaugurando la Policía Nacional francesa, para crear al protagonista y que la historia de su país le había inspirado para situar el contexto histórico; por ello, los personajes viven la Revolución francesa (1789-1799) y los posteriores cambios politicos. Además, Víctor Hugo está al servicio de la libertad y los derechos de los humildes, analiza los estereotipos de aquel momento y muestra su oposición a la pena de muerte. En definitiva, esta novela es una defensa de los oprimidos, vivan en el lugar y momento histórico que vivan. Los miserables son los maltratados por la justicia, los que sufren presidio, persecución, extorsión, o están sumidos en una extrema pobreza. Como buen romántico, ve en Dios misericordia, en la ignorancia bondad, en el pecado posibilidad de redención, el mayor espectáculo es el del interior del alma. Víctor Hugo se empeña en escribir el poema de la conciencia humana. La obra de Víctor Hugo se enmarca entre dos movimientos: el Romanticismo francés más tardío y el Realismo. Del primero, se destaca la categoría sublime, que se hace patente en la exaltación del pueblo, los ideales republicanos y el valor de la entrega por la patria. Al segundo, pertenece la nueva actitud que toma el autor afrontando la realidad en lugar de huir de ella. Así, la realidad es retratada tal como aparece y a través de la novela se intenta criticar la sociedad desde dentro. El Realismo en Francia se desarrolló entre 1830 y la última década del siglo XIX. El término fue utilizado originalmente por el pintor Coubert en su exposición titulada El Realismo, lo que significa ser partidario del socialismo y la revolución. No solo soy socialista, sino que también soy republicano, y en una palabra partidario de cualquier revolución y por encima de todo realista. Realista significa también sincero. También se destaca, aunque en menor medida, un incipiente Naturalismo, que pretendía llevar a cabo un análisis científico y documentado de las clases más desfavorecidas de la sociedad.
La novela de Los miserables tiene una tendencia a lo histórico, tanto en la forma de la narración y los temas tratados. Historia de los acontecimientos que cambian la faz del mundo: historia social donde las clases sociales quedan perfectamente delimitadas según un desesperante esquema económico, historia de las mentalidades (evolución ideológica, pues el autor comienza siendo monárquico, posteriormente se interesa por el liberalismo). Debe mucho a la novela negra: Walpole, Radchiffe y Lewis. Abundan las persecuciones, el suspense, los personajes de una pieza; la historia de buenos y malos. Se produce durante las revueltas de 1832 en París, donde, en las barricadas, un grupo de jóvenes idealistas se enfrentan al ejército en defensa de la libertad y con su alma de soldado, siempre firme y alerta, hierve en su pecho cual divino volcán, aspiran a los cuatro vientos el hálito de la guerra, y toman toda la tierra por campo de batalla; obrando a la vez por medio de esta alma noble y lanzar a todos sus hijos a una lucha desigual y París parece la gran capital de los campamentos; vense entrar por cada puerta sus batallones, renacientes de sus sangrientos surcos, que se encaminan cantando hacia sus cuerpos de ejército para completar las filas diezmadas; circula su estandarte desgarrado por el plomo enemigo, en torno de cuyos sagrados girones se agrupan los soldados: continuamente se oye retumbar el cañón sonoro, con la boca llena todavía de las balas vomitadas; y la ciudad al despertar tan sólo ve brillar a los rayos del sol espesos bosques de fusiles. ¡Y cuán pródiga de su vida es esta muchedumbre! ¡Qué de pronto se ha sometido! Ella, que no podía soportar un yugo más suave, abraza las rodillas del tirano de su gloria, inclínase sumisa ante su nervioso continente, acepta sin trabajo su ruda disciplina, y al plegarse a su férreo puño, parece el guante de su mano! ¡Ah! Es que también tiene el pueblo ese rápido instinto que le induce a lanzarse tras los pasos de su guía; es que al verse la débil humanidad en peligro ha recibido del mismo Dios el instinto de la unidad, y es que, para que un grande hombre haga de ella un gran pueblo, es preciso que el bronce corra bien en el molde. Sin embargo, ¿a dónde los arrastra ese vago impulso? ¿Por qué van a pelear y a morir tan alegremente? ¡Su espíritu lo ignora, pero su instinto lo sabe de antemano: van como una bala, a donde la fuerza de impulso los lanza, a conmover el presente, a derrumbar el pasado, a borrar bajo su dedo algún imperio ya borrado, a hacer sitio en la tierra a algún destino invisible para nosotros, mas ya nacido para ti, y que tú contemplas en todo su esplendor ahí donde nosotros no divisamos todavía sino polvo y ruinas! Y, entre todo ello, una historia de amor, de sacrificio, de redención y de amistad. De qué trata: Jean Valjean, un exconvicto al que encerraron durante veinte años por robar un pedazo de pan. Presidiario que trabajaba en la extracción de la piedad como un minero en las vetas de oro encuentra asilo en casa del obispo Myriel, un ser misericordioso, le convierte en una persona honrada, en un hombre ejemplar que lucha contra la miseria y la injusticia y que empeña su vida en cuidar a la hija de una mujer que ha debido prostituirse para salvar a la niña y se ve obligado a cambiar varia s veces de nombres, es apresado, se fuga y reaparece. Al mismo tiempo, debe eludir al comisario Javert, un policía inflexible que lo persigue convencido de que tiene cuentas pendientes con la justicia. Jean Valjean a lo largo de la novela pasa por varias etapas: de un ladrón a un hombre millonario y justo y de un hombre caritativo y bondadoso a un héroe y de un héroe a un mártir y de un mártir a un ángel. La reducción del Universo a un solo ser, la dilatación de un solo ser hasta Dios; esto es el amor. Basta una sonrisa vislumbrada para que el alma entre en el palacio de los sueños. En un abrir y cerrar de ojos había pasado de la luz a las tinieblas, del mediodía a la medianoche, del ruido al silencio, del torbellino a la quietud de la tumba, y del mayor peligro a la seguridad absoluta. Qué instante tan extraño aquel cuando cambió la calle donde en todos lados veía la muerte, por una especie de sepulcro donde debía encontrar la vida. ¡Oh verdadera y lamentable imagen de la vida! ¡La alegría entra por donde ha salido el dolor! ¡La felicidad ocupa el lecho del que huye la desesperación! A lo que nace durante el día, Dios le destina un puesto en la noche. La copa de la vida tiene siempre la misma dosis, pero una mano la toma cuando la otra la suelta, y si nuestros ojos pudieran a veces sondear el fondo de esas copas de las que parece rebosar la dicha, ¿no nos convenceríamos de que cada vida humana está siempre llena de lágrimas. A su muerte se lee sobre su tumba: "Duerme. Aunque la suerte fue con él tan extraña, él vivía. Murió cuando no tuvo más a su ángel. La muerte simplemente llegó, como la noche se hace cuando el día se va". Y a la muerte de Víctor Hugo, el gobierno francés decretó un día de luto nacional. Considerado como uno de los mayores poetas franceses, su influencia posterior sobre Baudelaire, Rimbaud e incluso Mallarmé y los surrealistas es innegable. Ese espacio infinito que en nuestro orgullo terrenal juzgamos encadenado a los movimientos terrenos, a ese átomo arrojado a ese infinito; ese espacio cuya vida se escapa a nuestros groseros sentidos, que nada creen si no palpan; ese espacio será la fuente de la eterna y verdadera luz; de él brotará una fe inextinguible en la inmortalidad del alma y en la esencia de todo lo sublime.
Graciela Mejía González
Ver: Madame Bovary, Gustave Flaubert http://vieliteraire.blogspot.mx/2015/06/madame-bovary-gustave-flaubert.html
Los misterios de Udolfo, Ann Radcliffe http://vieliteraire.blogspot.com/2014/07/los-misterios-de-udolfo-ann-radcliffe.html
Eugenia Grandet http://vieliteraire.blogspot.mx/2013/06/eugenia-grandet.html
La obra maestra desconocida http://vieliteraire.blogspot.com/2013/04/la-obra-maestra-desconocida.html
Amor y muerte https://vieliteraire.blogspot.mx/2015/06/amor-y-muerte.html