El París de los impresionistas

La forma de una ciudad cambia más rápido, 
¡ah!, que el corazón de un mortal;
¡El viejo París terminó…! ¡pero, nada en mi melancolía!
Baudelaire

El Segundo Imperio (1852-1870) se caracterizó por un auge económico en la agricultura, el comercio y la industria, pero a la caída de Napoleón III, Francia cayó también; posteriormente, la vida parisiense gozó de prosperidad nuevamente, al término de la catastrófica guerra civil llamada la Comuna. En 1871 París fue radicalmente renovado bajo la dirección del Barón Georges Eugène Haussmann quien hizo destruir barrios enteros, para sustituirlos por nuevos edificios públicos y privados bulevares y líneas ferroviarias que dieron un notable impulso a la economía y facilitaron los desplazamientos de las personas y las mercancías. Por una parte, si la línea que separaba a la burguesía de la aristocracia era borrosa, no estaban más claras las fronteras entre la burguesía y las clases que quedaban por debajo de ésta. En gran medida, la burguesía de finales del siglo XIX era una clase ociosa, pero incluso algunos que sí ganaban dinero no tenían que dedicar mucho tiempo para conseguirlo. En el caso de los artistas, el oficio de pintor no era bien aceptado por sus familiares, los artistas de este siglo ya no contaban con el apoyo habitual de la realeza, la aristocracia y la iglesia, instituciones que se veían desplazadas por el auge creciente de la clase media. Algunos pintores obtuvieron becas gubernamentales para sus estudios y pudieron alcanzar el éxito, otros vendían sus pinturas. Francia atravesaba por una prosperidad económica, y esto contribuyó a la cultura. También, en aquel tiempo no era preciso ser rico para coleccionar cuadros. Bastaba tan sólo con un poco de buen gusto, sin embargo el público, cuando no era influido por la moda y el esnobismo, murmuraba en tono defensivo que no sabía de arte, pero sabía lo que le gustaba, o se retiraba hacia la esfera de las obras clásicas, cuya excelencia estaba garantizada por el consenso de muchas generaciones. Gracias a la intervención afortunada tanto de promotores o marchands como coleccionistas de arte, los impresionistas lograron dos de sus objetivos principales, darse a conocer en el medio y obtener ganancias económicas. En tanto que el París de los impresionistas era un gran escenario en el cual se llevaban a cabo las representaciones múltiples de actores. Su ciudad era como un teatro porque exaltaba lo transitorio, lo sensual y lo artificial. Estas tres cualidades aludían a todo aquello que es efímero, pues todo ello es vanidad, esa parte que atrae, pero que también desencanta y que sin embargo se ha quedado para mostrarnos que todo cuanto existe es un documento valioso para comprender nuestro pasado y forjar el futuro. El París de entonces era una metrópolis activa, palpitante, atravesada por bulevares y flanqueados de árboles, que con sus grandes almacenes, teatros y cafés y una oferta inagotable de toda clase de diversiones, paseos, carreras de caballos, salidas en barca, conciertos, bailes y exposiciones transmitía una sensación de vivir que era nueva por completo, asimismo, el centro de la ciudad se caracterizaba por el confuso ajetreo del tráfico de carruajes, los viajeros, los mendigos, los artistas callejeros y los vendedores ambulantes. En esta época surge el personaje más emblemático dentro de la sociedad parisiense, el flâneur, era un hombre bien vestido que encontraba placer al caminar por las calles de París admirando su entorno y soñando. El perfecto flâneur, es el observador apasionado, que le constituye un gozo inmenso elegir morada en el número, en lo ondulante, en el movimiento, en lo fugitivo y lo infinito, se le puede comparar con un espejo tan inmenso con un caleidoscopio dotado de conciencia, que en cada uno de sus movimientos, representa la vida múltiple y la gracia de imágenes más vivas que la vida misma, siempre inestable y fugitiva. El artista gráfico era otro de esos personajes de ciudad, algo así como un detective, porque tiene la perspicacia de un observador, y porque capta las cosas al vuelo. Baudelaire se refiere al artista gráfico que como un periodista va tras la noticia visual o como un detective tras una pista que le permita mostrar la vida. Puesto que el objetivo era ver y ser visto, tanto hombres como mujeres paseaban a pie por esa bella metrópoli y los que tenían posibilidades se paseaban a caballo o en coche. No cabe duda que el exhibicionismo era parte de la representación de ese enorme teatro que era París, el París de las vanidades e insolencias como lo ha llamado Daniel Stern. Por otra parte, como lo muestran Manet, Degas y Renoir en algunos de sus cuadros, París fue un gran escenario, desde los boulevards, los parques y hasta los cafés. Escenario de muchos encuentros entre amigos era el Café Guerbois en donde esas paredes escucharon infinidad de discusiones sobre este nuevo arte.

Graciela Mejía González

Ver: El paso del tiempo en el impresionismo  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/el-paso-del-tiempo-en-el-impresionismo.html
Líneas trémulas  http://vieliteraire.blogspot.mx/2012/01/lineas-tremulas.html
Una imágen imprecisa o de aspecto flou  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/una-imagen-imprecisa-o-de-aspecto-flou.html
La especulación pura de lo sublime  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/la-especulacion-pura-de-lo-sublime.html
La modernidad, el París romántico de Baudelaire  http://vieliteraire.blogspot.mx/2013/07/la-modernidad-el-paris-romantico-de.html
El arte bello  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/el-arte-bello.html