La dignidad del hombre

Tú, no coartado por estrechas ligaduras, de acuerdo con tu propia voluntad (bajo cuyo poder te he colocado) tienes que definir solo tu propia forma de ser. No te he hecho ni del cielo ni de la tierra, ni mortal ni inmortal para que tú, al ser tu propio hacedor y vaciador, te hagas de la manera que prefieras. Pico de la Mirandola, Oración de la dignidad del hombre.

Escrito sobre las perversiones, orgías y crímenes de Gilles de Rais

Gilles de Rais era culto, aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador. Entregado a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. No se recuerda príncipe o rey que hubiese llevado un lujo semejante. Este hombre tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos llegando al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseía, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes pervirtió haciéndoles partícipes de sus orgías y crímenes. Por otra parte, todo el que acudía a él disfrutaba de su generosidad; el extranjero era bien recibido, cualquiera que fuese su condición, a cualquier hora del día o de la noche; tenía hospitalaria mesa, y era raro que abandonase su mansión sin salir colmado de dones en especies o en metálico. Gastaba dinero en ostentación para recuperar el prestigio perdido. En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que les harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos; incluso en algunas el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y si preguntaban les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó, y de Rais recurrió a los raptos. Entre 1432 y 1440 se llegaron a contabilizar hasta 1000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en Bretaña. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus fieles sirvientes se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados. Después de cada sangrienta noche Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas. Gilles de Rais intentó alcanzar con suntuosas ceremonias, con el órgano rugiendo en la capilla y las angelicales voces de los niños de su escolanía, aquel universo santo lejos del cual mantenía sus orgías, para que le resultasen, según la carne, más gratas. Pero a ambos mundos paralelos, de la lujuria y de lo divino, les estaba prohibido mezclarse desde toda la eternidad. Y hasta en la muerte, Gilles de Rais fue civilizado, elegante y lírico. El aire recorre esta muerte en el prado de Biesse, circula entre los sauces y los chopos, por el temblor de los zarcillos de la hoguera, pantalla transparente ante el agua del río. El aire estaba preñado de campanas y de cantos humanos. Dejar esta vida ingrávida debió de herirle el corazón a Gilles, pues no era en modo alguno un desesperado. Era sensual, vicioso, estaba inmerso en grandes oleadas de sadismo; pero formaba parte de la vida, tenía los placeres, los crímenes y los remordimientos de ésta. No puede decirse de él que sus desmanes fueran desmedidos; estaban, por el contrario, bastante bien organizados. Ni gratuidad en su conducta ni demencia; sus más terribles comportamientos conservaban algo del color del Loira, algo de esta tierra, de este cielo y de esta agua. Gris pálido, estrellado de oro; y si se abría el jubón, cinturón escarlata ydaga de acero gris oculta en una vaina roja. Una elegancia de ave venusiana y malvada que se pavonea antesí misma y ante el mundo. No era de esa raza de hombres que pueden sumirse sin retorno en el caos. Por lo demás, ¿puede un ser  masculino dejarse caer alguna vez hasta las últimas y negativas profundidades? El arrepentimiento devolvió a Gilles de Rais a los hombres. Los asistentes y él podían aún entenderse. El verdadero terror humano no es la muerte: es el antiguo caos por el que fluye la nada. El remordimiento público de Gilles de Rais, sobre la hierba de octubre, ese fuego que chamuscaba las hojas de los árboles, el temor y el sufrimiento, todo lo devolvía a los vivos; pues cuanto estaba vivo volvía a ser de su familia y lo tranquilizaba a la hora de emprender el último viaje. La muchedumbre entendía que había sido un malvado brujo, un asesino, pero que, a pesar de todo, nunca había dejado de ser uno de ellos. Como los creyentes que mueren confiándose al gran río de su Dios, el brujo va a la elemental deriva y no intenta saber dónde. Al veneno de la plata, al aullido del lobo o entre los elementos que entran en la combinación del astro nefasto de una criatura por venir, qué más da dónde vayan sus cenizas; ¡adónde van a ir sino al gran seno que velan las estrellas, al lugar del eterno volver a empezar!

Graciela Mejía González (Basado en la novela de Valentine Penrose, La condesa sangrienta)

Ver: Erzsébet Báthory  http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/04/erzsebet-bathory_19.html
Siniestra hermosura  http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/04/siniestra-hermosura_27.html
La melancolía  http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/05/la-melancolia.html
El castillo de los Cárpatos  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/el-castillo-de-los-carpatos.html
Drácula, la personificación de una divinidad pagana maligna  https://vieliteraire.blogspot.mx/2017/04/dracula-la-personificacion-de-una.html