La teoría del andar

Todo movimiento tiene una expresión que le es propia y que proviene del alma. Los movimientos falsos se deben esencialmente a la naturaleza del carácter; los movimientos torpes provienen de los hábitos. Honoré de Balzac

La primera elegancia es el ocio. Victor Hugo

La teoría del andar es un ensayo de Honoré de Balzac publicado por primera vez en 1833 en una revista de la época titulada L´Europe Littéraire. Forma parte de una serie de ensayos, escritos con la intención de que fueran conformando un voluminoso libro que se titularía Tratado sobre la vida elegante. Este libro jamás fue publicado, pero en 1908 se llevó a cabo la primera edición completa de todos estos ensayos juntos por la librería Paul Ollendorf. En 1980, y tomando como referencia la citada recopilación, Tusquets edita la suya, a la que titula Dime cómo andas, te drogas, vistes y comes y te diré quién eres. Aunque siempre puede quedar una sombra de duda acerca de la seriedad con la que Balzac afrontó esta serie de escritos, creo que estamos en disposición de sostener que no sólo fueron los afanes literarios los que guiaron su elaboración. Podemos considerar que le alentaba cierta intención científica: En cuatro estudios, a la vez divertidos y reveladores, que tienen títulos y pretensiones claramente científicos. Incluso el propio Balzac, quizás con una pizca de ironía, presenta la Teoría del andar como algo científico: En el estado actual de los conocimientos humanos, esta teoría es, a mi entender, la ciencia más nueva y, por tanto, la más curiosa de tratar. Es casi virgen. Espero poder demostrar la razón coeficiente de esta valiosa virginidad científica mediante observaciones útiles para la historia del espíritu humano. Pero no sólo lo afirma, sino que elabora un discurso con muchas similitudes formales a cualquier estudio científico de corte cualitativo de nuestro tiempo. Por ejemplo, inicia su ensayo presentando el tema objeto de la investigación: ¿No es realmente extraordinario el que, desde que el hombre anda, nadie se haya preguntado por qué anda, si anda, si puede andar mejor, qué hace al andar, si no habría una manera de imponer, cambiar, analizar su andar? Muestra su extrañeza ante el hecho de que, entre tanto pensador, nadie haya caído en un tema de tal magnitud. Hasta tal punto, nos escribe Balzac, que la manera de andar del hombre ha quedado rezagada respecto al estudio del desplazamiento de los astros. Tras proclamarse como el “padre de la idea”, hace un breve y crítico recorrido por algunos de los escasos antecedentes de la literatura respecto al tema. Cita algunas palabras de Lavater,Virgilio, Homero, Demóstenes, La Bruyère o de Borelli y reta al lector para que encuentre algo acerca del tema que él no haya citado. Se trata de un prefacio en el que presenta su Teoría del andar como algo interesante, original, innovador y necesario respecto a lo ya existente: Así pues, ¡nada fisiológico, nada psicológico, trascendente, peripatéticamente filosófico, nada! Daría por el más desportillado todo lo que he dicho y escrito, y no vendería ni al precio de un globo de oro esta teoría nueva, hermosa como todo lo que es nuevo. Una idea nueva es más que un mundo: Completados los párrafos introductorios, en los que nos adelanta, centra y justifica el tema de la investigación, inicia una especie de genealogía de cómo surge la idea de la Teoría del andar. Lo inicia presentando las bases teóricas del pensamiento humano. Éste, según Balzac, tiene tres edades: una primera que no duda de tildar de inspiración pindárica o dantesca; una segunda de abandono en la que son tus ideas las que te torturan, te cansan, te laceran; y una tercera en la que la idea está más clara, ha madurado y es posible empezar a construir algo coherente y serio. Las grandes ideas, afirma Balzac, son casi siempre el producto de un hecho aparentemente insignificante que enciende la chispa del ingenio: Papin revoluciona el mundo industrial a partir de ver revolotear un papel encima de su olla de potaje y Faust descubre la imprenta al ver la huellas que su caballo deja en el suelo. Pero tiene muy claro que: Los necios llaman azar a esos rayos luminosos del pensamiento, sin pensar que el azar jamás visita a los tontos. Su Teoría del andar, como genialidad que es, tiene un origen azaroso, pero recogida por un gran genio. Brevemente nos cuenta cómo un viajero, que baja de una diligencia, y que por una serie de circunstancias pierde el equilibrio, le hace recordar otro hecho similar de su infancia. Es la chispa del destino que enciende las elucubraciones de un pensador. La relación entre ambos hechos le sumergen en una vorágine de pensamientos y de preguntas que le permiten afirmar que su Teoría del andar había nacido ya y que el pensamiento se encontraba en su primera edad. Con la intuición (que nos brindó más conquistas que todos los senos y los cosenos de la ciencia) como único recurso, comenzó a enunciar diversas hipótesis y a hacerse no menos preguntas: ¿Tendrá el hombre el poder de dirigir la acción de este constante fenómeno en que no piensa jamás? Entonces, al tomarse el Andar como la expresión de los movimientos corporales y la Voz como la de los movimientos intelectuales, me pareció imposible hacer mentir al movimiento. Desde este punto de vista, el conocimiento profundizado del andar se convertiría en ciencia completa. Entonces, tuve la prueba de que el hombre que se dedica a serrar mármol no es tonto de nacimiento, sino porque sierra mármol. Transmite su vida al movimiento de los brazos, como el poeta transmite la suya al movimiento del cerebro. Esta fluidez de inspiración arrastra a su Teoría del andar hacia un mundo de elucubraciones que le desborda. Ésta alcanza unas proporciones tan discordantes que le empujan a abandonar la idea, síntoma de que entraba en la segunda edad del pensamiento. El pesimismo propio de este estadio se ve atenuado, además de por su forjado carácter, por el hecho de encontrase con la obra de Borelli: De actu animalium. Pero Borelli, a pesar de considerarle el maquinista más hábil de esta ópera cambiante llamada el hombre, no es la solución porque éste explica los medios por los que el hombre se mueve y se equilibra, pero no las causas: Borelli dice, por supuesto, por qué el hombre, llevado fuera de su centro de gravedad, se cae; pero no dice por qué muchas veces el hombre no cae, cuando sabe emplear una fuerza oculta, al ver a sus pies un increíble poder de retracción. Esto le sumió en nuevas atribulaciones y en lecturas de otros sabios que se habían ocupado modernamente por las fuerzas vitales del hombre. Estas últimas le llevaron a confirmar que él no quería situarse y medir el abismo sino que quería ver el abismo y conocer todos sus secretos. Fue una época en la que no que quedó más remedio que exclamar: Cuando lo hube aprendido todo, no sabía nada, y ¡andaba! Nada es eterno, y la inspiración al fin llegó. La etapa más negra del pensamiento dio a su fin dando paso a la clarividencia: Decidí simplemente comprobar los efectos producidos fuera del hombre por sus movimientos, cualquiera que fuese su naturaleza, anotarlos y clasificarlos; luego, una vez terminado el análisis, investigar las leyes del hermoso ideal en materia de movimientos, y redactar un código para las personas ansiosas de dar una buena imagen de sí mismas y de sus costumbres, al ser el andar, para mí, el más exacto del pensamiento de la vida. Como método de investigación eligió la observación. Así, sentado en una silla del Boulevard de Gand se dedicó a estudiar el andar de los parisinos de la época. De esta manera tan gráfica describe lo que en la actualidad conoceríamos como la asfixia de los datos: Volví cargado como un botánico que, al herborizar, recoge tantas plantas que se ve obligado a darlas a la primera vaca que encuentra. Tan desbordado se encontraba, que le parecía imposible hacer pública la Teoría del andar sin las 1.700 láminas realizadas o sin que el texto ocupara menos de diez o doce volúmenes. Tantos datos dispararon su delirante imaginación investigadora: de qué pecaban los andares defectuosos; cómo hacer mentir al andar, andaban los antiguos bien o mal; el sol y el clima influyen en el modo de andar; pero Balzac, en las páginas que preceden a la exposición de los resultados de su teoría, da muestras de un conocimiento muy sutil del arte de investigar. Parte de la idea de que el investigador es, en cierta manera, un genio, es alguien que va del efecto a la causa mientras los demás hombres no ven ni causa ni efecto; es alguien que hace acopio de datos, pero que es capaz, a la vez, de reducirlos en fórmulas más sencillas y asequibles; y no sólo ha de ser alguien capaz de obtener el conocimiento sino que debe estar dotado de la habilidad y la paciencia para difundirlo. Incluso, intuye la lucha hegemónica entre las diferentes ciencias y los tipos de investigación que predominan en cada una de ellas: Ese genio múltiple, que poseen algunos cerebros heroicos, justificadamente célebres en los anales de las ciencia naturales, se da con bastante menos frecuencia en el observador de la naturaleza moral. Él, por su parte, comenta que observó el modo de andar de los parisinos, lo analizó, abstrajo las ideas más importantes, las clasificó  y creó el código del andar. Es decir, depuró sus datos hasta: redactar una serie de axiomas para el mayor descanso de las inteligencias débiles o perezosas, con el fin de ahorrarles la molestia de reflexionar y de inducirlas, mediante la observación de algunos principios claros, a dar pautas a su movimientos. Estudiando este código, los hombres progresistas y aquellos que se empeñan en perfeccionarse, podrán parecer amables, divertidos, distinguidos, bien educados. Es una época especialmente buena para enunciar esta Teoría del andar pues la burguesía, venida a más, está conquistando el terreno de la nobleza. Estos nuevos nobles pueden pasar por tales en la cama, en la mesa, en sus aposentos, en los retratos, pero: no hay modo de tomarles por pares de Francia cuando pasean por los bulevares. Allí esos señores vuelven a ser los buenos burgueses que son. El observador no intenta siquiera saber qué pueden ser, mientras que, si el duque de Laval, el Sr. De Lamartine, o el duque de Rohan pasan de paseo por allí, nadie puede dudar de sus atributos; justificada la importancia de la teoría y expuesto el modo en que se ha creado, pasa a exponerla. Lo hace en forma de aforismos. Lo que más nos desgasta son nuestras convicciones. Tened opiniones, no las defendais, conservarlas. Yendo aún más lejos, creo que los movimientos del hombre desprenden un fluido anímico. Su sudor es el humo de la llama desconocida. De ahí proviene la prodigiosa elocuencia del andar, tomado como conjunto del movimiento humano. Después de estas palabras, intenta hacer un repaso de las diversas formas de andar que ha observado. Tras describir unas cuantas, comenta: Detengámonos. ¡Tantos hombres como maneras de andar! Intentar describirlas todas sería como querer. Renuncio a ello. Entre las doscientas cincuenta y cuatro personas y media (pues cuento como fracción a un señor sin piernas), cuya manera de andar tuve la ocasión de analizar, no encontré a nadie que tuviera movimientos gráciles y naturales. Este hecho le lleva a afirmar que: ¡La civilización lo corrompe todo! Lo adultera todo, hasta el movimiento! ¿Deberé dar la vuelta al mundo para examinar la manera de andar de los salvajes? Estas reflexiones le hacen volver con nuevos ojos hacia sus datos y tratar de sacar una serie de conclusiones que él tilda de resultado de mis investigaciones anatómicas sobre el movimiento. De modo resumido, presento aquellos aspectos más interesantes utilizando las propias palabras de Balzac. Empieza por aclarar la naturaleza del movimiento: Todo movimiento tiene una expresión que le es propia y que proviene del alma. Los movimientos falsos se deben esencialmente a la naturaleza del carácter; los movimientos torpes provienen de los hábitos. Describe el modo correcto de andar: Así pues, para andar bien, el hombre debe ir recto, sin rigidez, ejercerse para llevar sus dos piernas a seguir una misma línea, no inclinarse ni a la derecha ni a la izquierda de su eje, hacer que su cuerpo participe imperceptiblemente del movimiento general, introducir en su manera de andar un ligero balanceo que destruya, mediante su oscilación regular, el secreto pensamiento de la vida, inclinar la cabeza, jamas dar a los brazos, en el momento de detenerse, la misma actitud. Discierne la importancia del movimiento en las diferentes etapas de la vida: En la juventud, la expresión de los gestos, la entonación de la voz, los esfuerzos de la fisionomía, son inútiles. Entonces, jamás se es amable, ingenioso, divertido, misterioso. Pero, en la vejez, hay que emplear con mayor atención los recursos del movimiento; no se pertenece al mundo más que en la medida en que se es útil al mundo. En cuanto a la cantidad de movimiento que conviene, apuesta, en principio, por una moderación en calidad y en cantidad: El movimiento suave es al andar lo que la sencillez es al vestir. Así pues, nada es más ridículo que los grandes gestos, las sacudidas, las voces altas y aflautadas, las reverencias apresuradas. Asimismo, un hombre que hace muchos movimientos es como el charlatán: se le rehuye. La movilidad exterior no sienta bien a nadie; sólo las madres pueden soportar la agitación de sus hijos. Se trata de encontrar un equilibrio pues: El abuso ya sea del cuerpo, ya sea de la cabeza, eternas plagas de las sociedades, producen estas originalidades físicas, estas desviaciones de las que nos burlamos continuamente. Por una parte: el genio en fin es incompatible con: el movimientos digestivo; el movimiento corporal; el movimientos vocal. Lo cual queda probado por los grandes comilones, los bailarines y los parlanchines. Por otra parte: Los magistrados, obligados a pasarse toda la vida en el sillón de la justicia, son fácilmente reconocibles por un aire constreñido, por el tipo del magistrado es, socialmente hablando, aquél en que la mente se vuelve obtusa con mayor rapidez. Y es que, todo órgano perece, ya sea por abuso, ya sea por falta de uso. Todo el mundo lo sabe. Pero Balzac, no las tiene todas consigo en la enunciación de esta última conclusión, pues revela la siguiente duda: pues bien, si la falta de movimiento debilita la fuerza intelectual, si cualquier descanso lo aniquila, ¿por qué el hombre que quiere tener energía la solicita del descanso, del silencio y de la soledad? ¿por qué los reyes, los magistrados, el jefe de oficina, el portero, se vuelven estúpidos? ¿Cómo la necedad del bailarín, del gastrónomo y del parlanchín proviene del movimiento, que, en cambio, sacudiría la mente del sastre y habría salvado a los carolingios de su bastardización? ¿Cómo conciliar dos tesis irreconciliables? La teoría del andar es un ensayo de Honoré de Balzac publicado por primera vez en 1833 en una revista de la época titulada 

María Cuesta Salvador (Coleccionista de libros inusuales).

Ver: Honoré de Balzac, la ambición devoradora de escribirlo todo http://vieliteraire.blogspot.mx/2013/10/honore-de-balzac-la-ambicion-devoradora.html
El espíritu del universo  http://vieliteraire.blogspot.com/2015/01/el-espiritu-del-universo.html
Un acto que condena la pureza  http://vieliteraire.blogspot.mx/2015/08/un-acto-que-condena-la-pureza_30.html
Ahora escribo pájaros  http://vieliteraire.blogspot.com/2014/11/ahora-escribo-pajaros.html
El aprendiz de Dios  http://vieliteraire.blogspot.com/2012/03/el-aprendiz-de-dios.html
La llama de una vela  http://vieliteraire.blogspot.com/2014/12/la-llama-de-una-vela.html