(1854-1891)
La desdicha fue mi dios […]
y sabiendo explicarme
sólo en un lenguaje pagano,
quisiera callar.
Todo cuanto quiso decir Rimbaud lo dijo muy joven, el alma le habló por sí misma con sus arranques de furia y de desesperación y después de los veinte años dejó de escribir. El hilo conector entre el soñador y el arte se rompió para siempre; y no se si para bien o para mal. Nos negó la dicha de conocer más de su talento, pero tal vez la grandeza de su obra se deba precisamente a su temprano abandono de la poesía y a su inconformidad con la realidad. Como él mismo lo escribió, tuvo que transformarse en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo, para crear esa poesía inspirada en la negación de los ideales sociales de su época: ¡Farsa continua! Mi inocencia me hará que llore. La vida es la farsa que todos debemos representar. Los misterios de la vida y la muerte, del bien y del mal, fueron arrastrados por la locura de los sueños de la droga; sueños fugaces que se transformaron en fuentes de poesía. Rimbaud mostró la cara oscura del ser valiéndose del lenguaje, lo que vino después no importa. El escritor de Charleville murió a los 47 años de edad en Marsella y el legado que nos dejó con sus magníficas líneas es suficiente para que nos detengamos una temporada en el infierno: ¡Ah, volver a la vida! Vigilar nuestras deformidades. ¡Y esta pócima, este beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, la crueldad del mundo! ¡Piedad, Dios mío, ocúltame, me siento tan mal! Estoy oculto y no lo estoy. Las palabras que escribió estallan con toda intención; apuñalando, destrozando, suplicando y sublimando al lector, con sus signos, sus puntos suspensivos y comas para obligarlo a detenerse un momento, y con toda intención, para saborear su rabia y su desenfreno en contra de ese infierno que es no saberse comprendido por sus seres más cercanos. Rimbaud llegó a la purificación en la búsqueda de sí mismo y encontró la clave que conecta los temores del ser humano con sus apacibles sueños.
Intenté crear nuevas flores, … creí haber adquirido poderes sobrenaturales ¡Y bien qué! ¡Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos!
Graciela Mejía González
Ver: Edgar Allan Poe http://vieliteraire.blogspot.mx/2012/03/edgar-allan-poe-la-luz-no-proviene-de.html
Honoré de Balzac, la ambición devoradora de escribirlo todo http://vieliteraire.blogspot.mx/2013/10/honore-de-balzac-la-ambicion-devoradora.html
200 años de Théophile Gautier http://vieliteraire.blogspot.com/2011/12/la-belleza-del-arte-literario-200-anos.htmlAlphonse de Lamartine, el poeta de Dios, la naturaleza y el amor http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/01/alphonse-de-lamartine-el-poeta-de-dios.html