El hombre de arena

Y tú querías expresar entonces esa imagen de tu interior con los colores más vívidos, con luces y sombras, y te agotabas buscando las palabras para comenzar. Sentías que ya con la primera palabra debías captar acertadamente todo lo maravilloso, lo magnífico, lo terrible, lo alegre y lo estremecedor de modo que impresionara a todos como una descarga eléctrica. Pero cada una de las palabras y todas las posibilidades del lenguaje te parecían descoloridas, frías, muertas. Buscas y buscas, balbuceas, dudas y las preguntas superficiales de los amigos golpean como heladas ráfagas de viento contra el fuego que arde en tu pecho hasta que lo apagan. Pero si hubieras logrado trazar, como un pintor osado, con unas pocas líneas precisas el contorno de esa imagen interior, después habrías podido pintarlo fácilmente con colores más y más brillantes, y el movimiento de tantas figuras habría arrebatado a tus amigos que, lo mismo que tú, se habrían reconocido claramente dentro de aquel cuadro brotado de tu alma.


E. T. A. Hoffmann