se transmuta de un instante a otro,
pero lo eterno aún permanece en lo impalpable y fugaz.
Para el siglo XIX las ideas sobre el tiempo tenían más en común con la velocidad y el movimiento, puesto que se estaba entrando en un siglo de avances tecnológicos y científicos que hacían la vida más acelerada, así, la teoría de Bergson convenía a su modo de percibir su entorno. Sin embargo, el reloj, no la máquina de vapor, es la máquina-clave de la moderna edad industrial, pero si los impresionistas plasmaron esa transición evanescente de la mutabilidad de la naturaleza a consecuencia de los cambios percibidos por la nueva tecnología, también se vieron motivados a pintar la fragmentación. La vida se ha fragmentado en especialidades independientes, todo tiende a reducirse a la simultaneidad, a la contemporaneidad, al predominio del instante. De esta manera, se va cada vez más a prisa y se acorrala a la materia, se la pulveriza con la prisa el hombre es un suicida en potencia. La rapidez con que puede llegarnos el futuro ha puesto al descubierto las costuras del tiempo y la posibilidad de nuestra muerte inmediata. Así como la máquina provocó el desplazamiento del hombre en la realización del trabajo y lo condujo al ocio, el trabajo mecánico provocó también poco a poco la deshumanización. Los impresionistas —inconsciente o conscientemente— sintieron que su mano debía imprimir a su obra esa calidez que la máquina relegó a la creación de objetos en masa. Los cuadros impresionistas son producto de esa calidez humana, ¿y qué es lo que produce esa calidez? La línea vibrada, lo hecho a mano, un producto artesanal. A partir de los años ochenta del siglo XIX, estábamos en los límites del Arte Moderno de un nuevo siglo, en donde las transformaciones artísticas transcurrirán en intervalos más cortos que son los movimientos de las vanguardias. Todo es velocidad, todo se mueve, todo cambia, se transmuta de un instante a otro, pero lo eterno aún permanece en lo impalpable y fugaz, y sólo aquellos que pueden ver tal inmutabilidad verán esa eternidad en el arte. Somos o existimos en instantes sucesivos que podemos morir en uno de ellos, y sin embargo, somos permanentes, porque ante nosotros existe siempre un instante. Lo eterno está en nosotros, y en la posibilidad de forjar el presente nos sentimos vivir y vamos creando la historia, que nos da la idea de permanencia.
Graciela Mejía González
Ver: Líneas trémulas http://vieliteraire.blogspot.mx/2012/01/lineas-tremulas.html
La fotografía nace del cuadro http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/la-fotografia-nace-del-cuadro.html
La especulación pura de lo sublime http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/la-especulacion-pura-de-lo-sublime.html
El París de los impresionistas http://vieliteraire.blogspot.mx/2017/02/el-paris-de-los-impresionistas.html