El kitsch se acerca a lo obsceno por su exhibicionismo, porque se aproxima más a los sentidos y no a la tendencia en sí. Hay una forma de distinguir el arte de lo que no lo es. El arte crea y el kitsch produce. Crear es introducir formas que no existían, es una invención del intelectual o productor de formas o mensajes únicos y por otra parte, producir es copiar un modelo ya existente, de un modo automático de donde cada vez se va perdiendo más la relación del hombre con el objeto. El fenómeno kitsch se basa en una cultura consumidora, es decir producir para consumir y los elementos materiales pierden su valor puro al volverse consumibles en grandes cantidades. El kitsch es la baratija que se origina por la venta de productos de una sociedad en tiendas que se vuelven verdaderos templos, pero el mal gusto es la etapa previa del buen gusto. kitsch se relaciona con el arte de la misma forma en que lo no auténtico se relaciona con lo auténtico. Es un producto deficiente, síntoma de decadencia de una época. En todo arte hay una parte kitsch, pues existe la necesidad de producir placer en el público, por esto es considerado como un pseudo-arte, pues habla de vivencias a partir de unas producciones dadas que se manifiesta en productos particulares y gracias a ello se actualiza, pero la objetividad del objeto kitsch no se propone llevar a un encuentro como ocurre con la obra de arte. El efecto kitsch estaría representado por el profano que se entrega al placer cuando toma la obra de arte como ocasión propicia para vivir su propia afición, pero no la obra de arte como portadora de valores. Históricamente el kitsch se muestra poderoso por la difusión de la cultura burguesa, esto es cuando la burguesía impone normas de producción artística. El kitsch es y ha sido parte de la vida cotidiana y es permanente como el pecado y es un arte de vivir con el cual vivimos todavía, pero el kitsch es un arte porque se opone a la simplicidad y porque el arte forma parte de lo inútil y vive del consumo del tiempo, se puede considerar como arte también por su naturalidad, por su carácter de semi-ingenuidad, semi-folklórico o semi-piadoso y porque el kitsch adorna la vida cotidiana con ornamentos que decoran, pero está muy próximo a lo obsceno por su exhibicionismo, al apelar más a los sentidos que a la tendencia. El kitsch se pueda encontrar en la literatura, en la religión, en la decoración, en el mobiliario y en la música.
En relación a lo original y lo vulgar el kitsch es la aceptación social del placer envuelto en un mal gusto moderado. Una pizca de buen gusto en la ausencia del gusto. El objeto es el conocimiento del mundo y el artista en gran medida participa de esta sensualidad de las cosas que sirven como pretexto para una acción estética. La belleza o la estética se da como un exceso, pero cuando se vuelve funcional en el sentido del modo de utilización cotidiano de los objetos presenta un esquema casi autoritario de la presunción del mundo y la idea de belleza es reemplazada por la de placer de una mayoría social, esto es como la vanidad de una estética de lo bello y a esto lo llamamos kitsch, porque se vuelve parte de un ambiente de la vida cotidiana, pero el placer sólo existe en el instante, y nada más individual, más incierto, más incomunicable que el placer. Existen situaciones kitsch, actos kitsch y objetos kitsch. Las situaciones generan en los individuos actos para salir de esas situaciones y en esos actos utiliza mediadores que son los objetos que la sociedad provee al individuo. Los actos son la industrialización de los objetos o la artesanía como diseño industrial y los objetos son aquellos que se acumulan a través del tiempo y que están destinados a sucumbir, pero también están condenados a una eternidad provisoria. Hay que tener presente que no sólo existe un pseudoarte cursi, sino también un comportamiento, un estado de ánimo y un tipo de vida con rasgos cursis. Lo cursi no es sólo una deficiencia técnica, sino más bien una unidad de estructura de la vivencia humana y puede llegar a parecer cursi cuando se ve como si se autopresentara o se ofreciera para ser gozado, por lo tanto el kitsch es la representación de algo cursi que no quiere comprenderse como verdadero distanciamiento de lo estético porque tiene frente el sentimiento, aunque no llegue a ser un sentimiento total. El kitsch no es falso por el hecho de utilizar materiales, por ejemplo, yeso en lugar de mármol o la imagen viva en que personas representan personas, sino porque no queda estéticamente la valoración trascendente de la imagen viva, ya que el material demasiado auténtico resalta como fin absoluto. Cuanto mayor y más importante es un arte, menos puede ser un arte para las masas; nunca lo ha sido y nunca lo será. Lo que la masa busca en el arte es precisamente kitsch. El fin ha de santificar los medios del placer, falto de valor, porque el kitsch es tan falaz que no necesita expresar algo falso en particular. Hay una forma de distinguir el arte de lo que no lo es. El arte crea y el kitsch produce. Crear es introducir formas que no existían, es una invención del intelectual o productor de formas o mensajes únicos y por otra parte, producir es copiar un modelo ya existente, de un modo automático en donde cada vez se va perdiendo más la relación del hombre con el objeto. La fuerte aura sentimental del kitsch aparece como opuesta a esa frialdad, insensibilidad y aspereza de la obra de arte y lo bonito del kitsch, en su deseo de agradar, se contrapone a la trascendente belleza de la obra de arte. La diferencia entre lo que es arte y lo que no lo es, se encuentra en la diferencia entre un sentimiento deseado y otro experimentado como un juego de la voluntad y del efecto del sentimiento, como su falta de veracidad o que se basa en la hipocresía; haciendo derivar en éste caso al kitsch del padre de la mentira. El fenómeno kitsch se basa en una cultura consumidora, es decir producir para consumir y los elementos materiales pierden su valor puro al volverse consumibles en grandes cantidades. Su viscosidad esencial, lo aleja del arte. El kitsch es un fenómeno demasiado moderno, el término es reciente, pero no el objeto y el peligro de caer en el kitsch es una posibilidad de lo estético, es la caducidad de lo bello. La necesidad de kitsch de las masas es un factor de nuestra existencia moderna. El kitsch aporta al hombre en primer lugar una función de placer o de espontaneidad en el placer. En el confort de la vida cotidiana es la gran victoria del talento contra el genio. El kitsch tiene una función pedagógica, ya que el camino más simple para llegar al buen gusto es pasar por el mal gusto por medio de un proceso de depuración sucesiva. La copia del gótico aporta criterios de autenticidad que pueden reconocerse semánticamente, pues la iglesia neogótica ejemplifica ejemplifica los rasgos distintivos del gótico en gran escala. En el plano estético su función es ser pensado en actos. Lo bello es la expresión de lo verdadero que los tropiezos de la realidad. El mérito del modelo industrial se revierte sobre el diseñador, que no es un verdadero artista, pero que resulta ser creador de la forma. Las obras que manejan el material sin talento que se oponen a la ejecución limpia y satisfactoria del arte popular en el campo de la pintura o de la escultura, las transposiciones simultáneas de un sentimiento religioso a un objeto destinado a un fin profano es uno de los aspectos del kitsch en la medida en que la religión secular utiliza según su tradición a la emoción estética, en provecho propio y se inclina espontáneamente por razones de eficacia hacia una mayoría y por lo tanto hacia la adaptación de las normas artísticas a los deseos de esa mayoría. El verdadero arte del kitsch se acepta cuando implica un proyecto de alto nivel que estimule al intelecto y se vuelve inaceptable cuando se limita a lo sensorial o a los sentidos. El kitsch permite la articulación de la polémica sobre las culturas alta y baja. Cuando el kitsch se considera de mal gusto es porque representa un esfuerzo artístico mal logrado o cuando las cosas son demasiado obvias, dramáticas, repetitivas, artificiales o exageradas. El kitsch se considera como el mal debido a sus profanaciones artísticas. La saturación visual es obligatoria de imágenes fragmentadas de la cultura popular. Mezcla del arte clásico, lo moderno y popular, este eclecticismo ha significado la gloria y la ruina del kitsch. Se distingue la sensibilidad contemporánea de la creencia en la autenticidad. El kitsch deriva del padre de la mentira que es Satanás o a lo que se le llama la teoría del pecado original. La tendencia del kitsch casi siempre es intencionada, pero también quiere lo bueno, lo santo, lo patriótico. El fin es el que santifica los medios del placer, aunque falto de valor en el más amplio sentido de la palabra. Por otra parte, ¿quién decide qué es arte y qué no? El crítico de arte, sin embargo, el crítico de arte no está totalmente errado en sus juicios sobre el arte debido a que ha estudiado el tema, pero eso no es suficiente, pues qué sabe él del sentido que llevó al artista a crear determinada obra. La crítica de arte es sólo una ocurrencia para justificar la existencia del arte, pero lo que jamás se podrá justificar es el sentimiento del artista, la parte intangible de la obra. La unión de la razón y el sentimiento es el equilibrio perfecto de toda creación. Desde mi punto de vista, si es que el arte debe valuarse en términos tan rigurosos, el crítico de arte debía ser alguien que también se dedique a crear obras de arte, que sepa valorar la técnica así como captar el verdadero sentido del arte, el sentimiento que transmite la obra. El arte es un fenómeno de producción, distribución y consumo, y nos hemos olvidado del artista que produce para sí mismo. No todo el arte debe ser consumido, pero también es muy cierto que la única forma de que el arte sea apreciado en varios sectores socio-culturales es su difusión, porque de nada serviría que las obras que produce para sí mismo se queden dentro de las cuatro paredes de su habitación o en un cajón. Si bien es cierto que el arte comunica y si comunica se debe dirigir a un sector más o menos amplio para que a su vez, este sector, aporte algo al artista y la retroalimentación sea mutua, tanto para un desarrollo personal como el del país. Es en esta parte en donde yo vería más efectiva la participación de los medios de difusión. Cualquiera que haga uso de los medios, aunque sea involuntario cae en la comercialización de su obra. En el caso de las obras de arte que son efímeras, como el performance, quedará únicamente registrado en la mente de cada espectador. También el arte actual esta condicionado por una necesidad de consumo de la sociedad, que se mueve dentro de los lineamientos económicos, políticos y culturales de cada país. El momento histórico por el que atraviesa el arte, las modas impuestas por el mercado del arte y la cultura que se manifiesta más por fines políticos nos hacen cuestionarnos: ¿hacia donde va el arte?, ¿para qué el arte?, ¿cual es la prioridad del productor de obras plásticas?, ¿qué tiene o a quien tiene que satisfacer el artista? Existe otro caso, en donde el artista hace obras de arte por encargo y su finalidad es meramente comercial. El artista se vuelve un ser manipulado por esa sociedad consumista y es aquí en donde se pierde la honestidad con él mismo y con la obra, pues se convierte en un hacedor con su pequeña industria que hace de su producto una artesanía y no una obra de arte, única. Con esto no estoy queriendo decir que pierda calidad, más bien pierde prestigio emocional, pero es muy distinto cuando la obra fue hecha antes de que se le descubra como objeto de consumo.
Graciela Mejía González
(Basado en las investigaciones de Ortega y Gasset, Abraham Moles y Ludwig Giesz).
Ver: Las falsificaciones del arte http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/las-falsificaciones-del-arte.html
El arte falso http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/el-arte-falso.html
El arte verdadero http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/el-arte-verdadero.html
De las artes imitables http://vieliteraire.blogspot.mx/2012/02/de-las-artes-imitables.html