Honoré de Balzac, la ambición devoradora de escribirlo todo

Por las venas de sus personajes corre roja sangre, 
en vez de la tinta negra que hacen correr 
por las de los suyos la mayor parte de los escritores. 
Théophile Gautier

Balzac, hijo de una tierra esclava, ángel por el amor, demonio por la fantasía, niño por la fe, anciano por la experiencia, hombre por el cerebro, mujer por el corazón, gigante por la esperanza, madre por el dolor y poeta por tus sueños; a ti, que eres todavía la Belleza, va esta entrada en mi blog en que tu amor y tu fantasía, tu fe, tu experiencia, tu dolor, tu esperanza y tus sueños son como las cadenas que sostienen una trama menos brillante que la poesía guardada en tu alma y cuyas expresiones visibles son cual esos caracteres de un lenguaje perdido que a los sabios desvelan.
La verdad del arte no es la de la naturaleza; todo objeto trazado por medio del arte contiene por fuerza una parte convencional; haced ésta tan mínima como sea posible, mas no por eso dejará siempre de existir, aunque sólo sea en pintura la perspectiva, en la literatura el lenguaje. Balzac acentúa, alarga, ensancha, entresaca, añade, sombrea, ilumina, aparta o acerca los hombres o las cosas, según el efecto que quiere producir. No cabe duda de que es verdadero, pero con las añadiduras y las mutilaciones del arte. Prepara fondos oscuros y dados de betún a sus figuras luminosas, pone fondos blancos detrás de sus figuras parduzcas. Como Rembrandt, da el oportuno toque de luz en la frente o en la nariz del personaje. Algunas veces, en la descripción obtiene efectos fantásticos y extraños poniendo, sin decir nada, un microscopio ante los ojos del lector; entonces aparecen los detalles con una claridad sobrenatural, con una minuciosidad exagerada, con aumentos incomprensibles y formidables.
Honoré de Balzac, trabajador infatigable, inventor de la novela moderna,  ha influido en toda la historia de la literatura del siglo XIX. Nació el 20 de mayo de 1799. Su nombre original era Honoré Balssa. Hijo de un campesino convertido en funcionario público. Fue internado en el el colegio de Vendôme, lo que produjo en él la impresión de haber sido poco querido por su madre. Desarrolló un interés precoz para la filosofía y un verdadero don de observación. Pasó la adolescencia en París, estudiando derecho, como la mayoría de los hijos de burgueses de aquella época. Entre 1822 y 1829 vivió en la más absoluta pobreza, escribiendo teatro trágico y novelas melodramáticas que apenas tuvieron éxito. En 1825 probó fortuna como editor e impresor, pero se vio obligado a abandonar el negocio en 1828 al borde de la bancarrota y endeudado para el resto de su vida. Perdió sin duda sus primeras ilusiones en la naturaleza humana en el ambiente recargado de los bufetes de notarios y procuradores donde estuvo de aprendiz. Sus padres acogieron con reticencia la confesión de su vocación de literato.  A los veintinueve años, Balzac escribió Los Chuanes, la primera novela que le parecería más tarde digna de figurar en sus obras completas. Fisiología del matrimonio, una especie de ensayo “sociológico” adelantado sobre su época, y Escenas de la vida privada fueron también objeto de la atención del público. Pero el éxito llegó, al fin, en 1831, con La piel de zapa, novela filosófica, en donde estigmatizaba el reino del individualismo y del dinero. Viéndose envuelto en el torbellino de la vida parisina, reclamado por los salones, solicitado por las revistas, en las que a partir de entonces publicaría sus obras por entregas antes de recopilarlas en un volumen, se puso a escribir como un esclavo. Tres años después, firmó un primer gran contrato para la edición de sus obras, escritas y por escribir, en doce volúmenes, bajo el título “Estudios de costumbres en el siglo XIX”.
Balzac se defendió con uñas y dientes contra las acusaciones de inmoralidad de la prensa tradicionalista, escandalizada por los detalles anatómicos de La solterona, el universo sórdido de Esplendores y miserias de las cortesanas o las feroces maniobras de los Campesinos. Defendió también los derechos de autor en el seno de la Sociedad de literatos, de la que fue uno de los iniciadores, en una época en la que ninguna medida protegía aún la propiedad literaria. A pesar de ser famoso en toda Europa, admirado por sus iguales, Théophile Gautier, Victor Hugo, Lamartine, siempre se negó a Balzac el honor supremo: un puesto en la Academia Francesa.
En 1840 se decidió a darle un título a esta vasta historia de costumbres: “La comedia humana”, se considera un retrato de la sociedad humana, que según algunos filósofos avanza por una vía de progreso, ¿considera como un paso hacia el bien el arte de esperar pasar a mejor vida? Esta ciencia ha creado oficios honestos, por medio de los cuales se vive de la muerte. Algunas personas tienen como ocupación la de esperar un fallecimiento, la abrigan, se acurrucan cada mañana sobre el cadáver, lo convierten en almohada por la noche. Hay que añadir gente elegante presurosa por comprar una propiedad cuyo precio sobrepasa sus posibilidades, pero que consideran lógica y fríamente el tiempo de vida que les queda a sus padres o a sus suegras, octogenarias o septuagenarias, diciendo: «Antes de tres años heredaré seguramente, y entonces...». Un asesino nos desagrada menos que un espía. El asesino lo es quizá por un arrebato de locura, puede arrepentirse, ennoblecer. Pero el espía es siempre un espía; es espía en la cama, en la mesa, andando, de noche, de día; es vil a cada momento, ¿qué es, pues, ser un asesino, cuando un espía es vil? Pues bien, ¿no acabamos de reconocer que hay en la sociedad unos seres que llevados por nuestras leyes, por nuestras costumbres y nuestros hábitos piensan sin cesar en la muerte de los suyos y la codician? Sopesan lo que vale un ataúd mientras compran cachemira para sus mujeres, subiendo la escalera del teatro, queriendo ir a la Comedia o deseando un coche. Asesinan en el momento en que tos seres queridos, llenos de inocencia, les dan a besar por la noche frentes infantiles, mientras dicen:
–Buenas noches, padre.
A todas horas ven los ojos que quisieran cerrar; y que cada mañana se abren a la luz como el de Belvídero en esta obra. ¡Sólo Dios sabe el número de parricidios que se cometen con el pensamiento! Imaginemos a un hombre que tiene que pagar mil escudos de renta vitalicia a una anciana, y que ambos viven en el campo, separados por un riachuelo, pero tan extraños uno a otro como para poderse odiar cordialmente, sin faltar a las humanas conveniencias que colocan una máscara sobre el rostro de dos hermanos, de los cuales uno obtendrá el mayorazgo y otro una legitimación.
Entre 1840 y 1847 se dedicó a completar “La comedia humana”,  retomarla y corregirla, devorado por el fuego del trabajo y aguijoneado por las deudas. Siempre le tentaron la política y el teatro, de los que en vano esperó un triunfo que le sacara de apuros, y vivió intensamente. Los periodistas, con los que no tuvo contemplaciones en Ilusiones perdidas ni en su Monografía de la prensa parisina, se ensañaron con él, se mofaron de sus pretensiones nobiliarias, sus intenciones enciclopédicas, sus utopías sociales. Corrió incluso el rumor de que estaba loco cuando se publicó en una revista cierto capítulo de Serafita, en el que exponía la doctrina mística del sueco Swedenborg.
Balzac afirmaba que así como los diferentes entornos y la herencia producen diversas especies de animales, las presiones sociales generan diferencias entre los seres humanos. Se propuso de este modo describir cada una de lo que llamaba “especies humanas”. La obra incluiría 150 novelas, divididas en tres grupos principales: estudios de costumbres, estudios filosóficos y estudios analíticos. El primer grupo, que abarca la mayor parte de su obra ya escrita, se subdivide a su vez en seis escenas: privadas, provinciales, parisinas, militares, políticas y campesinas. Las novelas incluyen unos dos mil personajes, los más importantes de los cuales aparecen a lo largo de toda la obra. Balzac logró completar aproximadamente dos tercios de este enorme proyecto. Entre las novelas más conocidas de la serie figuran Papá Goriot (1834), que narra los excesivos sacrificios de un padre con sus ingratas hijas; Eugenia Grandet (1833), donde cuenta la historia de un padre miserable y obsesionado por el dinero que destruye la felicidad de su hija; La prima Bette (1846), un relato sobre la cruel venganza de una vieja celosa y pobre; La búsqueda del absoluto (1834), un apasionante estudio de la monomanía, y Las ilusiones perdidas (1837-1843). El objetivo de Balzac era ofrecer una descripción absolutamente realista de la sociedad francesa, algo fascinante para el autor. Sin embargo, su grandeza reside en la capacidad para trascender la mera representación y dotar a sus novelas de una especie de suprarrealismo. La descripción del entorno es en sus obras casi tan importante como el desarrollo de los personajes. Balzac afirmó en cierta ocasión que los acontecimientos de la vida pública y privada están íntimamente relacionados con la arquitectura, y en consecuencia, describe las casas y las habitaciones en las que se mueven sus personajes de tal modo que revelen sus pasiones y deseos. Aunque los personajes de Balzac son perfectamente creíbles y reales, casi todos ellos están poseídos por su propia monomanía. Todos parecen más activos, vivos y desarrollados que sus modelos vivos, siendo esta superación de la vida un rasgo característico de sus personajes.
Zola subrayó que todo está relacionado, que si el terreno del médico experimentador es el cuerpo del hombre en los fenómenos de sus órganos, en el estado normal y en el estado patológico, nuestro terreno, el de los novelistas, es igualmente el cuerpo del hombre en sus fenómenos cerebrales y sensuales, en estado sano y en estado mórbido. Victor Hugo escribió poemas incluso cuando utilizaba la prosa. Los orígenes de nuestra novela contemporánea se encuentran en Balzac. Escapó a la locura del romanticismo. Mientas que se aclamaba el triunfo de los líricos, mientras que Victor Hugo era consagrado estrepitosamente como rey literario, ambos morirían en la miseria, casi oscuramente, en medio del desdén y de la negación del público. Pero dejaban en sus obras la fórmula naturalista del siglo y llegaría el momento en que toda una descendencia crecería sobre sus tumbas mientras que la escuela romántica se moriría de anemia. Ya no imaginaban, ya no narraban. Su tarea consistía en tomar al hombre, disecarlo, analizar su carne y su cerebro. Balzac estudiaba más particularmente los temperamentos, reconstruía los ambientes, amasaba los documentos humanos, tomando el título de doctor en ciencias sociales. Gustave Flaubert acababa de aportar al naturalismo la última fuerza que le faltaba, la de la forma perfecta e imperecedera que ayuda a las obras a vivir.
Balzac convierte en sublime la mediocridad de la vida, sacando a la luz las partes más sombrías de la sociedad. Confiere al usurero, la cortesana y el dandi la grandeza de héroes épicos. Otro aspecto del extremado realismo de Balzac es su atención a las prosaicas exigencias de la vida cotidiana. Lejos de llevar vidas idealizadas, sus personajes permanecen obsesivamente atrapados en un mundo materialista de transacciones comerciales y crisis financieras. En la mayoría de los casos este tipo de asuntos constituyen el núcleo de su existencia. Así por ejemplo, la avaricia es uno de sus temas predilectos. Balzac demuestra en sus diálogos un extraordinario dominio del lenguaje, adaptándolo con sorprendente habilidad para retratar una amplia variedad de personajes. Su prosa, aunque excesivamente prolija en ocasiones, posee una riqueza y un dinamismo que la hace irresistible y absorbente.  El hombre —dice— no es ni bueno ni malo; nace con instintos y aptitudes; la sociedad, lejos de depravarle, como lo ha pretendido Rousseau, le perfecciona y le hace mejor; pero el interés desarrolla también sus malas tendencias. El cristianismo y sobre todo el catolicismo un sistema completo de represión de las tendencias depravadas del hombre, es el más grande elemento del orden social. Y con una ingenuidad que sienta bien a un grande hombre, previendo la acusación de inmoralidad que le han de dirigir los torpes de espíritu, enumera las figuras intachables por sus virtudes.
Las obras maestras incluidas en “La comedia humana” se sucedieron a un ritmo desenfrenado, de Eugenia GrandetPapá Goriot, y del Lirio en el valle a las Ilusiones perdidas. Se trataba de una exploración sistemática y casi zoológica de todas las “especies sociales” de aquella época, desde los crímenes perpetrados en el secreto familiar hasta los manejos de las altas finanzas, desde los salones aristocráticos del barrio de Saint-Germain hasta las buhardillas del barrio latino, desde el fondo de Bretaña a los valles del Delfinado. Entre sus numerosas obras destacan, además de las ya citadas, las novelas La piel de zapa (1831), César Birotteau (1837), Esplendor y miseria de las cortesanas (1837-1843) y El cura de Tours (1839); los Cuentos libertinos (1832-1837); la obra de teatro Vautrin (1839); y sus célebres Cartas a la extranjera, que recogen la larga correspondencia que mantuvo desde 1832 con Eveline Hanska. Murió cansado y enfermo, seis meses después de la boda con la condesa Hanska, dejando inacabada su catedral de papel. En vida su naciente gloria, reforzada brillaba con todos los esplendores de la aurora. Y, en verdad que se necesita un fulgor intenso para lucir en un cielo donde brillaban a la vez Lamartine, Víctor Hugo, de Vigny, de Musset, Alejandro Dumas, Merimée, Jorge Sand y tantos otros, pero a pesar de la boga que comenzaba a tener entre el público, Balzac no era admirado entre los dioses del romanticismo, y él lo sabía. Hasta para sus admiradores permaneció siendo el más fecundo de nuestros novelistas. Se tomaba un trabajo horrible a fin de conseguir tener estilo; y, en su afán de corrección, consultaba a personas cien veces inferiores a él. Antes de afirmar nada, decíase que había escrito con diferentes seudónimos un centenar de tomos para soltarse la mano.

Graciela Mejía González
(Basado en la biografía que Théophile Gautier hace de Balzac, El naturalismo de Émile Zola y las investigacines de Nadine Satiat).

Ver: 200 años de Théophile Gautier   http://vieliteraire.blogspot.com/2011/12/la-belleza-del-arte-literario-200-anos.html
Alphonse de Lamartine, el poeta de Dios, la naturaleza y el amor  http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/01/alphonse-de-lamartine-el-poeta-de-dios.html
Edgar Allan Poe  http://vieliteraire.blogspot.mx/2012/03/edgar-allan-poe-la-luz-no-proviene-de.html
Goethe, los inicios de la literatura del romanticismo  https://vieliteraire.blogspot.mx/2016/05/goethe-los-inicios-de-la-literatura-del.html
Van Gogh, la expresión inquietante de una naturaleza extraña  http://vieliteraire.blogspot.mx/2014/09/van-gogh-la-expresion-inquietante-de.html
Arthur Rimbaud  http://vieliteraire.blogspot.mx/2011/12/arthur-rimbaud.html