La Mandrágora

No escribo este libro para ti, niña rubia, linda hermanita de mis días de tranquila ensoñación. Para ti lo escribo, salvaje pecadora, hermana de mis noches ardientes. Cuando las sombras caen, cuando el mar cruel devora el sol de oro, palpita sobre las olas un rápido rayo de un verde venenoso… Caen los velos de los suaves días burgueses y la serpiente nace de la negra noche. Y entonces se despereza tu alma salvaje, hermana, alegre de todas las vergüenzas, embriagada de todos los venenos; y del tormento y de la sangre y de los besos y de los placeres se levanta exultante, desciende ululando... por todos los cielos y los infiernos. Hermana de mis pecados, para ti escribo yo este libro. Hanns Heinz Ewers 


Novela alemana, escrita por Hanns Heinz Ewers en 1911. Considerada como la primera obra filmada del expresionismo alemán. Ewers nació en Dusseldorf en 1871, perteneció a esa variante vinculada a la imaginación macabra y el exceso, que se consolidó con el Romanticismo y sobre todo con las fuertes e influyentes figuras de E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe y el francés Villiers de l’Isle Adam, a quien tradujo al alemán y cuya novela "La Eva futura" se proyecta –solo que en tono macabro– en la más conocida novela de Ewers, "La Mandrágora". Vemos en esta triple influencia sobre Ewers. Las culturas francesa e inglesa, y la propia cultura germánica, de la que se siente orgulloso. Admiraba a Shakespeare, a Poe y a Wilde. Tras la Primera Guerra Mundial y la derrota alemana, Ewers adoptó un nacionalismo creciente, que terminaría en su apoyo a Hitler. En sus últimos años, sus obras fueron vedadas por los nazis y a él se le prohibió publicar. Ewers alcanzaría su reconocimiento como escritor con colecciones de cuentos como "El horror" (1907) y "Los poseídos" (1908), que incluye su relato más famoso, "La araña". Logró fama con una trilogía novelística ("El aprendiz de brujo", de 1909; "La Mandrágora", de 1911, y "Vampiro", de 1920). Un aspecto importante de la creación artística de Ewers es la condición andrógina del ser humano, en especial del artista, que, al ser reconocida como fuente de visión estética, se vuelve recomendable. Según Ewers, la psique es una entidad andrógina, igual que debe serlo el artista para generar la creación estética. Por supuesto, todas estas inquietudes sexuales influirían negativamente en la valoración de sus futuros colegas puritanos del partido nazi. Las dos primeras décadas del siglo XX constituyen la época de oro de Ewers, la de sus mejores libros y las de su involucramiento con el cine, de la que salieron versiones de "El estudiante de Praga" (1913) y de su novela "La Mandrágora".
Ewers creó uno de los mitos más espectaculares de la literatura fantástica. Una niña malvada, que juega con su etérea manera de atraer tanto a mujeres como a hombres. Si Frankenstein creó un ser humano de la nada, robando el secreto de los dioses, Frank Braun crea una leyenda fantástica, tal vez robando el secreto de la imaginación humana. La presencia de diversas dualidades en el universo imaginario de Ewers, como Eros y Thánatos, Sueño y Realidad, Masculino y Femenino, Yo y Otro, Civilización y Barbarie y pretende al lograr una síntesis entre los polos, una suerte de reconciliación creadora. El caso más evidente es "El estudiante de Praga", en que la dualidad psicológica se mantiene dentro de un solo sexo, el masculino, en el reflejo del cuerpo en el espejo. El conflicto se establece entre las partes femenina y masculina del sujeto. Esta novela corta maneja desde referencias clásicas al inicio (los mitos del andrógino, de Platón, y Hermafrodito, de Ovidio) hasta las modernas teorías sexuales de Hirschfeld.  Tal es su riqueza temática que son muchos los asuntos que podrían abordarse de la narrativa gótica, fantástica y macabra de Ewers.
Según cuenta la leyenda, los ahorcados en el momento justo de su muerte, tenían una última erección y eyaculaban, cayendo su simiente en la tierra en la que estaba instalado el cadalso. Como si de un acto del maligno se tratase, allí donde la tierra recibía el semen del condenado germinaba una extraña planta, de nombre mandrágora, que al ser arrancada emitía unos ensordecedores y estremecedores chillidos.
La mandrágora, cuya siniestra morfología se asemejaba a la de un hombrecillo. En la supersticiosa Europa era muy apreciada por los hechiceros y demás amantes de las ciencias oscuras, debido a los grandes poderes que se le atribuían, tales como ser un excelente antídoto contra la desgracia, la pobreza y los embrujamientos. Aquellos que osen oler el perfume de tan mágica planta, se encontrarán con Alraune, uno de los personajes más seductores a la par que siniestros de la literatura contemporánea. "La Mandrágora", o "Alraune" (nombre original de la novela y de su protagonista) surge de la noche, de la fiebre y lo primitivo. Acero indomable de las mujeres en su enorme fuerza y en el misterio su sensibilidad. Ewers creó una nueva leyenda. Su alter ego, Frank Braun, escucha que la mandrágora, según el mito alemán, nace de la tierra donde cae el último semen de un ahorcado —como se dijo—. Por lo tanto imagina si tal vez fuera posible crear una mandrágora humana si en vez de tierra se usa una mujer: una mujer especialmente seleccionada. Elige a un vil asesino que va a ser condenado y a una prostituta sensual. El aristócrata Frank Braun, atraído por las bondades que cuentan sobre la mandrágora, convence al profesor Ten Brinken para que haga realidad sus más oscuros y siniestros pensamientos, esos pensamientos que pasan por crear una mandrágora con cuerpo y alma de mujer de cuerpo mortal. La viciosa prostituta Alma Raune, mujer voluptuosa de largos cabellos rojos como la sangre y pechos blancos como la nieve, es inseminada por el semen póstumo de un carbonero que perdió la cabeza, por ser un asesino a ojos de la Justicia. Alraune, la engendrada en el vientre de Alma, demostrará ya desde su más tierna infancia que es una criatura sin alma, capaz de llevar a cabo los mayores actos de maldad, y a la vez de seducir y conquistar los corazones de aquellos que son víctimas de sus siniestros instintos, de una personalidad inusual, implacable, poseerá rasgos primitivos pero también los más sutiles. Condenada a la soledad, nadie tiene en cuenta a la niña silenciosa y extraña que vaga por la enorme casa de su padre adoptivo y creador. Alraune descubre poco a poco, que además de no ser querida, es utilizada; así nace en ella la venganza, una venganza que siempre se limitará a revelar hasta las últimas consecuencias los peores aspectos de todos los que la rodean. Ella es perfectamente amoral y su imposibilidad de rendirse no se basa en valores sino en su propia alma. No sigue modas, ni puede pactar con los enemigos. Hombres y mujeres se acercan a ella irresistiblemente atraídos por su belleza y su poder, y la adoran o le temen. Su físico es andrógino, recuerda al principio del mundo y al fin de los tiempos simultáneamente. Una de sus víctimas muere en una de las más bellas escenas, un baile de carnaval al que Alraune acude y en la noche de intenso frío cortante caen gotas de sangre de labios mordidos y sus pies descalzos caminan sobre la nieve. Ella se burla de la idolatría y la sublimación. Así se lo demuestra a todos aquellos que se atraviesan por su camino, pero ellos no saben y no pueden salir de ese juego letal. Y se ríe, provocándolos y rechazándolos luego, dejándoles abandonados a la suerte que merecen: la autodestrucción. Cuando al fin encuentra a alguien que es su igual, ambos llamarán a la muerte que todo lo impregna, que todo lo envuelve en sus pliegues infinitos, y borra los límites del paisaje. Esta relación final, con la única persona que la ha mirado a los ojos, la ha conocido y aceptado, es un continuo diálogo mortal de dos guerreros luchando y amando con la espada en la mano. Son dos alquimistas, dos cautivantes brujos conjurando con dulces y violentas invocaciones a todos los poderes. Alraune es traicionada por su víctima y queda reducida a su misterioso origen: la noche y lo salvaje.
"La Mandrágora", con el paso de los años fue considerada como una de las obras cumbres de la literatura gótica. La lectura del extraordinario relato de Ewers y el descenso a la locura en el que acompañamos a los amantes de Alraune, es sin duda una grata experiencia, que por fortuna para nosotros y a diferencia de lo que les ocurre a los mencionados caballeros, no culmina con la muerte, con esa dulce muerte que lo mismo puede llegar con un tierno abrazo que con uno de esos apasionado besos con los cuales la joven saciaba su sed, merced a la sangre derramada por los tiernos labios de sus amantes, de esos que aún en el momento de su muerte, se consideraban dichosos por ser el fruto mordido por "La Mandrágora".

Graciela Mejía González (Basado en las investigaciones de: José Cháves y Amando Lacueva).

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